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La Señora de Cao

Descubre el hallazgo de la Señora de Cao y su impacto en la historia y rol de la mujer en la cultura Mochica.

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La Señora de Cao

Descubrimiento, ubicación, historia e importancia de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de los últimos años en el Perú.

En el año 2006, la Fundación Augusto N. Wiese y la revista National Geographic dieron a conocer al mundo uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de los últimos años en el Perú; se trataba de la tumba de lo que hoy se conoce como la Señora de Cao.

 

Fue encontrada en la Huaca Cao Viejo del complejo arqueológico El Brujo, al norte del Perú en el valle de Chicama. Este importante hallazgo cambió de raíz el enfoque histórico y cultural que se tenía de la mujer en las antiguas civilizaciones del Perú  y América. La tumba data aproximadamente del siglo IV d.C.a, y fue hallada en el interior de un recinto ceremonial de la Huaca Cao Viejo; junto a una impresionante pintura mural y demás objetos ceremoniales.

 

Línea de tiempo de hallazgo, ubicación y características  de la Señora de Cao

El complejo arqueológico El Brujo está ubicado a 60 Km al noroeste de la ciudad de Trujillo, a 4 km del pueblo de Magdalena de Cao en la provincia de Ascope, perteneciente al departamento de La Libertad. El complejo arqueológico comprende una secuencia cultural e histórica que van desde el período Precerámico hasta la  ocupación colonial (siglo XVIII).

 

En el año 1990, el mundo se sorprendía con los descubrimientos en Huaca Rajada, del Señor de Sipán, de manos de Walter Alva y Luis Chero; en El Brujo se hallaban los primeros relieves polícromos mochica en cerámica que de alguna manera describen la arquitectura religiosa del complejo.

 

En el año 1991, la Fundación Wiese, el Instituto Nacional de Cultura y la Universidad Nacional de Trujillo suscribieron un convenio para la investigación de  la Huaca Cao Viejo, perteneciente a la cultura Mochica (III-IX d.C).

 

Los primeros hallazgos se realizaron en Huaca Cao Viejo, los que comprendían de una cámara funeraria de adobes pertenecientes a la época Mochica Tardío, además de una cámara simple de adobe sobrepuesto a otra tumba pintada; en el interior de ambas tumbas fueron hallados  los restos de sacerdotisas que fueron enterradas con sus pertenencias y ofrendas respectivamente, además de pinturas en donde se mostraban 32 personajes pintados. Este hallazgo nos mostró la alta jerarquía mochica y ya vislumbraba el posible rol de la mujer en esos tiempos.

 

Después de varios hallazgos, no es hasta el año 2006 en que la Fundación Wiese anuncia oficialmente lo que postrimerías sería el hallazgo más importante del complejo arqueológico, el descubrimiento de la tumba de la Señora de Cao. Hallazgo que reescribiría la historia de la mujer en las antiguas civilizaciones del Perú. El hallazgo estuvo dirigido por el arqueólogo Régulo Franco Jordán del Ministerio de Cultura del Perú.

 

La tumba de la Señora de Cao se ubica en el contexto histórico del siglos IV-V d.C; convirtiéndose en la primera tumba de una mujer de élite mochica hasta el momento, de ahí su gran relevancia histórica, cultural y arqueológica para toda América Precolombina.

 

El mausoleo de la Señora de Cao

El mausoleo de la Señora de Cao está ubicado en la esquina superior noroeste del frontis principal de la Huaca Cao Viejo. Se trata de un recinto ceremonial de 275 metros cuadrados que destaca por sus vistosos murales polícromos. El acceso al recinto se encuentra en la esquina noreste; tras cruzar una rampa, se llega a la fachada principal del templo, que presenta una forma de almena escalonada (salientes verticales y rectangulares dispuestos a intervalos, como los de la muralla de un castillo), un detalle arquitectónico inédito hasta ese momento en las construcciones mochicas. Otro elemento a resaltar en esta parte son, sin duda, los dos felinos estilizados pintados frente a frente, que dejan entre ellos un paso triangular a través del muro.

 

En el muro sur se observan motivos estilizados del pez life de agua dulce, que en la cultura mochica simboliza la abundancia de agua proveniente de las montañas en verano, la cual riega los campos de cultivo. Este pez serpentiforme, representado en el mural, aparece orientado en direcciones opuestas: hacia el este (montaña) y hacia el oeste (mar). Como se sabe, el pez life nada contra la corriente.

 

En el muro este encontramos representaciones de peces estilizados y rayas o mantarrayas, también dispuestas en direcciones contrapuestas, unas orientadas hacia arriba y otras hacia abajo; simbólicamente, representan el mundo de arriba y el mundo de abajo. Lamentablemente, el muro oeste ha sufrido las inclemencias del tiempo y se encuentra totalmente destruido.

 

En el cuarto esquinero, ubicado en el ángulo sureste del mausoleo, hay una plataforma delantera con una rampa lateral. Su interior está pintado de color blanco y presenta una hornacina. En el muro norte se aprecia una columna pintada con un diseño en forma de escalera y ola, que representa el simbolismo de la montaña asociado al dios del agua y la tierra.

 

En el lado norte de este cuarto esquinero, dentro de cuadros dispuestos en forma de damero e interrumpidos por dos hornacinas separadas, se observa la imagen de un ser sobrenatural de frente, con rasgos felinos, brazos y piernas abiertas, en una postura similar a la del parto o a la de un reptil o cangrejo, animales vinculados al inframundo. Este ser está acompañado por dos cóndores, ubicados a la altura de sus manos, y serpientes a la altura de la cintura. En su cabeza lleva crestas en forma de volutas. El fondo de cada representación presenta distintos colores —rojo, amarillo y negro—, y las vestimentas muestran diversas formas y tonalidades: franjas diagonales, franjas verticales, figuras del pez life, círculos concéntricos, la ola-escalera, meandros y motivos geométricos.

 

Los rasgos y formas de esta criatura sobrenatural, sobre todo los del rostro, tienen reminiscencias cupisnique claramente antropomorfas, asociadas al mundo subterráneo o inframundo.

 

En la cara oeste del cuarto esquinero también hay cuadros en forma de damero con imágenes polícromas estilizadas del denominado “animal lunar”, “animal fantástico” o “animal crestado”. Los investigadores lo han identificado como una figura estilizada del felino Oncifelis colocolo o gato montés, presente desde el período Gallinazo hasta la época colonial. En este caso, la criatura presenta como atributo suplementario un pez life que sale de su hocico en forma de apéndice. Este ser, conocido como animal lunar, tiene una larga continuidad en el arte prehispánico, especialmente desde la época cupisnique. Se le considera un ícono importante asociado a la Luna y a las figuras estelares, de ahí su nombre. Está presente en numerosos objetos ceremoniales hallados en la Huaca Cao Viejo, en especial en la parte superior del ídolo de madera de lúcumo, de 2,48 metros de altura, encontrado enterrado en uno de los recintos del lado oeste de la plataforma superior.

 

Este espacio ceremonial, con murales artísticamente elaborados, forma parte del plano cosmológico mochica. El recinto-mausoleo servía para el culto a la divinidad del mundo subterráneo y a la figura de la Señora de Cao, quien estaba enterrada a un lado del recinto esquinero, cerca de dicha divinidad. El hallazgo de manchas negras o rojizas en el piso del mausoleo permite afirmar que los ritos de veneración a la Señora de Cao y a sus acompañantes se realizaron durante mucho tiempo. Es probable que este mismo espacio también se utilizara para exequias de otros difuntos del mismo rango.

 

La tumba de la Señora de Cao

Dentro de la tumba de la Señora de Cao se encontró un cántaro con forma de búho, ubicado en la esquina sureste de la fosa donde fue enterrada la dignataria. Este hallazgo fue la primera evidencia localizada y se deduce que la vasija fue colocada al finalizar la inhumación. El búho, como animal sagrado en el simbolismo mochica, tiene gran importancia: se asocia al mundo subterráneo, a la noche y, en la iconografía, aparece en forma antropomorfa transportando sobre su espalda a difuntos.

 

También se hallaron restos incinerados dentro de una fosa pequeña ubicada en la esquina noroeste de la tumba. Entre ellos se encontraron ovillos de hilos polícromos envueltos en husos de madera, restos de tejidos, agujas de cobre, estiércol de roedor, huesos de pescado, figurinas de madera, restos de cinabrio y fragmentos de pequeñas vasijas de cerámica, quebradas como parte del ritual. Esta actividad representó un acto ceremonial de culminación y purificación del entierro de la Señora de Cao.

 

Se descubrió una capa de tierra suelta sobre varios niveles de adobes tramados, que descansaban sobre dos estructuras de caña brava horizontales, amarradas con soguillas de totora, probablemente utilizadas antes de depositar el fardo funerario en el interior de la fosa. En un nivel inferior se hallaron seis maderos de algarrobo —tres arriba y tres abajo— que sirvieron de soporte para las capas superiores compactas y de protección para el fardo funerario y sus ofrendas, ubicados en el fondo de la tumba. En la base de la fosa, a 2,50 m de profundidad, se encontró el fardo en extraordinario estado de conservación, orientado de norte a sur y cubierto con un petate de enea. Su longitud era de 181 cm de largo por 75 cm de ancho y 42 cm de altura.

 

En la parte superior del fardo se hallaba un rostro antropomorfo bordado y coloreado con cinabrio, mientras que en los laterales sobresalían, a través del tejido, dos porras metálicas.

 

Hacia el lado este del fardo funerario se encontraron los restos óseos de una mujer adolescente, colocada extendida en posición ligeramente flexionada, con el cráneo orientado hacia el sur y estrangulada con una soguilla de enea. En el lado sur se hallaron vasijas de cerámica pintada y sin pintar, correspondientes a los estilos Mochica Temprano y Gallinazo. Entre ellas, destacan dos piezas escultóricas: una vasija que representa a un personaje sentado con las piernas cruzadas, tocado a manera de sombrero, con pintura facial en el rostro y ausencia de enchapes en los ojos, muñecas y pecho —probablemente hechos de Spondylus o turquesa—, los cuales habrían sido retirados muchos años antes de la muerte de la Señora de Cao; y otra vasija de cerámica muy particular, elaborada en arcilla caolinítica, que representa una escena de curanderismo: una curandera, con un manto en forma de pallar, impone su mano izquierda sobre el ombligo de una niña que está en brazos de su madre, quien sostiene sus pezones. Por el desgaste de la vasija y su uso anterior al deceso de la dignataria, se sospecha que también fue producida mucho tiempo antes del fallecimiento de la Señora de Cao.

 

Las tumbas de los acompañantes de la Señora de Cao

Al sur de la tumba de la Señora de Cao se registró una fosa que contenía los restos de un adolescente en posición flexionada, sin ofrendas. Por su ubicación, fue bautizado como el guardián.

 

Al pie del muro sur del recinto mausoleo, decorado con representaciones estilizadas del pez life, se encontraron tres fosas alineadas de este a oeste, cada una con disposición norte-sur. Dos de ellas contenían fardos funerarios en buen estado de conservación, cubiertos con petates; la tercera, de poca profundidad, albergaba los restos óseos de un individuo en entierro simple, sin ofrendas.

 

La fosa central contenía el fardo más importante, cubierto con petate y acompañado de los restos de una adolescente en posición flexionada y estrangulada con una soguilla. Junto a ella había dos vasijas de cerámica escultórica de estilo Gallinazo: una representaba a un individuo sentado dentro de un recinto, con las manos sobre las rodillas, en actitud de reverencia o invocación; la otra mostraba a un personaje consumiendo hoja de coca.

 

Tras la apertura del fardo, a cargo de la arqueóloga Arabel Fernández López y con la asistencia especializada del Dr. Jordi Esteban Farré, de la Universidad de Barcelona, se determinó que se trataba de un hombre, de sexo masculino, con una estatura de 1,60 m, que murió cerca de los 35 años de edad a causa de una treponematosis (enfermedad infecciosa similar a la sífilis). Vestía un elaborado atuendo ceremonial de tela fina, con la imagen en cobre dorado de un ser antropomorfo (cabeza, brazos y pies), forrado con plumas multicolores y adornado con placas metálicas circulares en la parte anterior y representaciones de peces calados en la parte posterior. Este atuendo se compara con el de un sacerdote identificado en la iconografía mochica, que participa en ceremonias de consumo de coca y plegarias dirigidas al arco del cielo. Un traje similar fue descubierto en la Huaca de la Luna, con la cabeza y las patas de un felino de rasgos cercanos a la iconografía mochica.

 

La fosa ubicada hacia el este del entierro anterior contenía otro fardo funerario cubierto con petate, acompañado de una vasija de cerámica decorada con peces estilizados y un cordón de algodón en el cuello, similares a los del mural del mausoleo. En su interior se hallaron textiles decorados en buen estado de conservación, uno de ellos con la representación de la deidad principal mochica. El Dr. Esteban determinó que se trataba de un individuo de unos 32 años, fallecido por estrangulamiento, que presentaba tatuajes en los pies y vestía un taparrabo de algodón decorado con placas metálicas cuadradas de cobre dorado. Por la calidad de los textiles y la forma del atuendo, se infiere que fue un sacerdote, posiblemente asistente del oficiante principal. En la iconografía mochica, estos personajes aparecen frecuentemente con trajes de placas metálicas cuadradas, participando en danzas con cintas blancas y en ceremonias. En Mocollope, valle de Chicama, se halló en pintura mural la figura de un oficiante con un vestido reticulado de placas doradas.

 

La fosa ubicada al oeste del entierro del sacerdote principal contenía los restos de un individuo en posición extendida decúbito dorsal, sin textiles ni ofrendas, con el cráneo orientado hacia el sur. Los estudios del Dr. Esteban no revelaron huellas claras de causa de muerte, pero el análisis de una extremidad superior mostró uso frecuente de un brazo, lo que sugiere un vínculo con actividades marítimas. Por su entierro simple y sin ofrendas, se supone que fue elegido para acompañar al sacerdote principal en su viaje al mundo de los ancestros.

Al norte del entierro del sacerdote principal y del acompañante simple se halló un mate pirograbado, incompleto y en regular estado de conservación. No necesariamente estaba asociado a un entierro en particular, ya que fue depositado sobre el piso. La decoración pirograbada presenta un tema vinculado a la muerte: posiblemente el culto a un fardo funerario (parcialmente perdido en la zona central del mate), acompañado por figuras humanas y elementos simbólicos de la cosmovisión mochica. Entre las figuras reconocibles están: el animal lunar, asociado a cuerpos estelares; una mujer tendida con brazos y piernas ligeramente abiertos, devorada por buitres, motivo frecuente en escenas funerarias; un personaje de perfil, con vestido listado, sosteniendo una camisa reticulada con flecos dentados, similar a otro individuo que parece cargar el fardo; figuras esferoides con cintas gruesas entrecruzadas, ubicadas a la derecha del animal lunar; y otras figuras redondeadas, a ambos lados, con puntuaciones.

 

La asociación del sacerdote principal con los dos individuos acompañantes parece responder a un patrón simbólico: los entierros están alineados de este a oeste, con un personaje central más importante, flanqueado por dos figuras secundarias. Este ordenamiento recuerda a la iconografía mochica, en la que la deidad principal o un ancestro aparece asistido por dos acompañantes en su tránsito al mundo de los ancestros. Representaciones de este tipo se han identificado en los Temas Complejos de Huaca Cao Viejo y Huaca de la Luna, en el sector superior derecho de sus murales.

 

Contenido del fardo funerario de la Señora de Cao

La apertura del fardo funerario de la Señora de Cao fue dirigida por la arqueóloga Arabel Fernández López, dentro de un proceso especializado que resultó muy exitoso.

 

Primero, se realizó una limpieza superficial. Luego, mediante un equipo portátil de rayos X, se tomaron varias placas radiográficas para observar el contenido interno del fardo y tomar precauciones durante su apertura. Las radiografías revelaron la presencia de dos porras metálicas en los laterales, cuencos, placas cuadradas de metal, varillas delgadas con cabezas de ave y una concentración de joyas en la base del cráneo del individuo, cuyo género aún se desconocía.

 

 

En el nivel 2, se recuperó un manto de algodón de más de tres metros de longitud, con bordes decorados en tapiz. En el nivel 3, apareció una tela llana de algodón con 48 vueltas alrededor del fardo. En los siguientes niveles se encontraron bandas textiles que lo envolvían en 13 y 41 vueltas, respectivamente. En el nivel 7, apareció un nuevo envoltorio de tela llana —el primero en la preparación del fardo— con un rostro bordado semejante al de un mono, colgantes en forma de felino y pintado con cinabrio rojo intenso.

 

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El nivel 8 presentaba seis capas de paños cortos y largos con placas metálicas cuadradas de cobre dorado cosidas al paño. Desde este nivel hasta el nivel 16, se hallaron textiles en forma de bandas y paños. A la altura de la cabeza se encontraron emblemas de poder aplastados: dos porras laterales y cuatro coronas decoradas con diademas en forma de “V”.

 

En el nivel 17, se registraron cuatro vestidos: dos destruidos, posiblemente por contacto con fluidos corporales, y dos bien conservados.
Uno presenta diseños pintados en forma de volutas estilizadas, y el otro, figuras de peces tejidas en hilo. Estas dos prendas son excepcionales dentro del contexto funerario mochica. Estaban dobladas sobre una capa de algodón blanco despepitado.

 

El nivel 18 contenía un manto de tela fina asociado a objetos para la producción textil: seis agujas de oro, una de cobre, trece copos de algodón, sesenta y cuatro husos de madera, dos agujas de madera y un liso.

 

En el nivel 19, se halló un manto tipo gasa y una concentración de insectos muertos, probablemente por el efecto del cinabrio (sulfuro de mercurio).

 

En el nivel 20, apareció un paño con 31 placas de cobre dorado, cosidas y sujetadas por bandas, junto a otra pequeña concentración de insectos muertos. Además, había cinco capas de textiles comprimidos y endurecidos, seguramente por contacto con fluidos corporales.

Finalmente, se encontró el cuerpo desnudo de la Señora de Cao, en decúbito dorsal, con los brazos junto al cuerpo y un pie ligeramente sobre el otro, con la piel preservada.

 

El rostro estaba cubierto por una tela fina de algodón y un cuenco de cobre dorado, posiblemente para contener cinabrio en polvo.

Llevaba un cerquillo corto en la frente y el cabello dividido en dos partes, cada una sujeta con hilos de algodón.
En antebrazos y manos se identificaron tatuajes con formas de serpiente, araña, pez raya, pulpo, animal lunar, caracol terrestre, rombos, figuras estelares, plantas, meandros, triángulos y líneas rectas; mientras que en tobillos y dedos de los pies se registraron líneas simples.

 

Alrededor del cuello llevaba sus joyas personales y, en las orejas, aretes. Se contabilizaron quince collares con cuentas de cobre dorado, oro, plata, cuarzo cristalino, cornalina, turquesa y lapislázuli, algunas con forma de rostros antropomorfos. También se hallaron un par de orejeras y sartas de aretes con incrustaciones de turquesa.

 

Se encontró asimismo un estuche textil con 44 narigueras de oro, plata, cobre y tumbaga, decoradas con motivos de dualidad y complementariedad: prisioneros desnudos con soga al cuello, la deidad mochica, animales lunares, langostinos con serpientes bicéfalas, alacranes, pelícanos, arañas, cóndores, lagartijas, zorros y peces, entre otros. Dos de estas narigueras estaban dentro de la boca.

 

Debajo del cuerpo se hallaron 46 carricillos y 23 estólicas o propulsores de madera forrada con láminas de cobre dorado, decorados con cabezas humanas y de aves. Estos artefactos eran usados en la caza ceremonial de venados, como se observa en la iconografía.

El proceso de preparación del fardo presenta particularidades poco comunes: dos fases diferenciadas, con dos bultos que tenían rostros bordados e impregnados con cinabrio, uno interno y otro externo.

 

¿Podrían estas diferencias señalar dos momentos de intervención en la confección del fardo?
En un ceramio mochica del Museo de Cambridge se observa una representación muy similar: un fardo funerario extendido con un rostro bordado en un extremo, como parte de un ritual al ancestro, encabezado por un ser esquelético y acompañado por mujeres y un perro manchado.

 

Los análisis paleoantropológicos y ornamentos de la Señora de Cao

Análisis preliminar y determinación del género

El análisis preliminar y la identificación del género del cuerpo de la Señora de Cao fueron realizados por el Dr. John Verano. Sus investigaciones permitieron determinar que la dignataria murió entre los 20 y 25 años de edad, tenía una estatura de 1,48 m y padecía un absceso o apostema en la muela del juicio.

El estudio del cabello, efectuado por el Dr. John Verano y el Dr. Andrew Wilson (1996), estableció que la dieta de la Señora de Cao se basaba en el consumo de granos de maíz y recursos marinos en general.

Posteriormente, John Verano, Guido Lombardi, Sonia Guillén y Jordi Esteban coincidieron en que la mujer murió entre los 20 y 25 años. Además, observaron que su vientre estaba altamente dilatado y, junto con otras características físicas, concluyeron que su fallecimiento fue posterior al parto, a consecuencia de una crisis convulsiva conocida como eclampsia.

 

Análisis de los tatuajes

La investigación del pigmento utilizado en los tatuajes de los antebrazos, manos y pies de la Señora fue realizada por el biólogo Víctor Vásquez Sánchez en los laboratorios de microscopía electrónica de barrido y EDS del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, España.
Tal como se ha señalado, estos tatuajes presentan formas de serpientes, arañas, felinos, entre otros motivos.

Los análisis determinaron que el pigmento negro azulado se elaboró con óxido de hierro en su forma química de óxido ferroso (FeO), un polvo empleado en cosméticos y tatuajes. Según el especialista, y de acuerdo con la bibliografía sobre tatuajes en otros cuerpos precolombinos y con el registro arqueobotánico, es probable que este pigmento se obtuviera del jugo de frutos inmaduros de la “jagua” (Genipa americana L.).

 

Factores de preservación

La presencia de cinabrio (sulfuro de mercurio) en las manos y otras partes del cuerpo, así como la presencia de iones de cobre procedentes de los artefactos metálicos cercanos, desempeñaron un papel fundamental en la preservación de la piel, al impedir que los agentes microbiológicos la destruyeran con rapidez.

La Dra. Sonia Guillén, junto con el biólogo Víctor Vásquez, observó bajo microscopía electrónica pequeños fragmentos sueltos de piel, encontrando cristales de sal. Esto sugiere que el cuerpo de la Señora de Cao fue lavado con agua de mar, considerada fuente de vida y purificación.

 

Análisis de los objetos metálicos

El estudio de más de 100 artefactos metálicos que acompañaban a la Señora de Cao reveló la alta calidad en la fabricación de sus ornamentos e insignias de poder. Se identificaron piezas de oro, plata, cobre y tumbaga (aleación con mayor presencia de cobre y menor de oro), lo que evidencia una tecnología metalúrgica avanzada, superior a la observada en otros objetos metálicos de la cultura mochica.

 

Liderazgo y status social de la Señora de Cao

La importancia de este descubrimiento radica en el hallazgo de una mujer líder con poder gubernamental, hecho absolutamente inusual en la arqueología peruana. Las insignias y emblemas de poder que porta en el interior de su fardo funerario —coronas, diademas, porras, narigueras, orejeras, entre otros— indican que tuvo un alto estatus dentro de la jerarquía social mochica, muy cercano al rango que ostentaban los Señores de Sipán, descubiertos en Huaca Rajada, Lambayeque.

 

De ello se desprende que algunos gobernantes mochicas eran enterrados con sus propias insignias y emblemas de poder, e incluso acompañados de otras insignias que pertenecieron a sus antecesores, como parece ser el caso de la Señora de Cao.

Las insignias y emblemas de poder de la Señora de Cao pueden compararse, de forma sorprendente, con los atributos que presenta el personaje “D” (cuarto personaje) en la ceremonia del sacrificio, tema central de la iconografía mochica estudiado por Donnan (1978) y otros investigadores.


En la secuencia narrativa, esta ceremonia consiste en la entrega de una copa al personaje principal por el sacerdote búho, secundado por una sacerdotisa; al final, aparece el personaje “D”, ligeramente magnificado.

Gracias a los hallazgos de las últimas tres décadas en tumbas de élite mochicas, se sabe que los personajes representados en la ceremonia del sacrificio fueron reales y pertenecieron a la más alta jerarquía social, cuyas tumbas han sido identificadas en distintas regiones de la costa norte. Por ejemplo:

  • El personaje “A”, que recibe la copa con sangre, se identifica con el Señor de Sipán.
  • El personaje “B”, o sacerdote búho, fue hallado en una tumba en Sipán (Alva, 2008).
  • El personaje “C” corresponde a una sacerdotisa cuya tumba fue descubierta por Luis Jaime Castillo en 1991, en el sitio de San José de Moro.
  • El personaje “D”, que hasta 2005 era una incógnita, se identifica ahora con la Señora de Cao.

 

En otra representación de la ceremonia del sacrificio (véase Donnan y McClelland, 2012), el personaje “D” aparece transfigurado en búho y es quien recibe la copa, asumiendo el lugar del personaje “A”. La corona, diadema, porra, nariguera, vestido y orejeras son atributos inconfundibles que se homologan con los objetos hallados en el fardo funerario de la Señora de Cao. Esto respalda la hipótesis de que ella encarnaba al personaje “D” y lideraba la ceremonia de sacrificio en los espacios ceremoniales de la parte alta del templo mayor. Su alto estatus se corresponde con su entierro en un recinto mausoleo del templo mayor, donde probablemente fue perennizada como un ser semidivino.

 

Los tatuajes en los antebrazos y manos —serpientes y arañas, ambos animales vinculados con el culto a la tierra y al agua—, junto con otros elementos asociados al plano cosmológico, refuerzan la idea de que esta mujer tenía también un rol espiritual, probablemente dotada de grandes virtudes y conocimientos en las artes del curanderismo y su conexión con el cosmos.

 

En la colección del Museo Cassinelli, en Trujillo, existe una pieza de cerámica Mochica III vinculada con una escena de curanderismo, en la que se observa a una curandera imponiendo sus manos sobre el cuerpo de una paciente extendida, con el detalle de que en uno de sus antebrazos lleva figuras de serpientes.

 

Posiblemente, otro de sus oficios, según las evidencias, fue el de tejedora, ya que se encontraron agujas e implementos textiles que sugieren que fue una artesana virtuosa, tal vez inspirada en el fino y elaborado tejido de las arañas. Artículo basado parcialmente en “La Señora de Cao, poder y liderazgo femenino en la sociedad mochica de la costa norte del Perú”, de Régulo G. Franco Jordán.

 

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